Somnis i Poemes

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Donde el paisaje se mezcla con las voces del alma...

miércoles, 25 de enero de 2012

CON VUELO DE GAVIOTA


¿Alguna vez has querido volar más allá del horizonte en busca de nuevos mares o nuevas tierras?... ¿Viendo mucho más de lo que tus ojos muestran?
¿Ser como Juan Salvador Gaviota que prefirió VOLAR a dormir y comer?

Pues aquí me encuentro, mirándome al espejo y descubriendo el reflejo de una gaviota como Juan, que extendió sus alas para volar alto y descubrir fronteras, luchando constantemente para encontrar el verdadero sentido de la vida… el verdadero sentido de VOLAR
Sí, esa gaviota soy yo… 
Durante el paso de los años de mi agitado ser, el insistente afán por mejorar, por encontrar el sentido en la sabiduría, sumergiéndome en los mares del entendimiento y tratando de llenar gota a gota de conocimiento mis ingenuos pensamientos, pretendí volar y así mismo caí, levantándome con más fuerza detrás de cada caída… una tras otra.
Lidié contra todo y contra todos, desplegué las alas y alcé el vuelo cada vez más elevado, cada vez más rápido, en busca de horizontes nunca vistos, escudriñando espacios nuevos para encontrar el motivo tan anhelado de la existencia.
Y cuando regresé con el deseo de enseñar a los que amo que la vida no es sólo vivir, que la esencia no está en el cuerpo sino en el alma y que hay mucho más allá detrás de las puertas esperando por ser descubiertas… fui desterrada… un destierro implacable del corazón y del alma, obligándome a partir de sus emociones y de sus sentimientos, porque no era lo que los parámetros de la crianza habían marcado en mí.
¡Yo solo quería ser diferente, quería volar!…
Vi reflejarse en mí a Juan Salvador Gaviota, partiendo en silencio y repitiendo en mis adentros: “no temas, eres hija de la Gran Gaviota”, “nunca estarás sola, ¡porque ella está en tu corazón!”… “¡vuela alto niña!”… “¡vuela lejos!”… “¡VUELA!”.

Seguí mi rumbo, avanzando más y más anhelando la fuerza en mis alas, para recorrer los senderos de los latidos del corazón que en susurros  me decía “aquí estoy, no temas y comprende el valor de aprender a volar”…
Y así, surcando cielos y atravesando mares, vino a mi encuentro ese alguien, esa Gaviota que me enseñó lo que mi entendimiento no comprendía…
Aprendí que el emprender el vuelo no está sólo en la prominencia de volar sino en saber hacerlo disfrutando del paisaje y de la suave brisa golpeando mis alas…
Con paciencia me enseñó que la excelencia no es sólo llenar de conocimientos nuevos la vida, sino de poner en práctica lo que de ellos es obtenido para luego regocijarse en el placer de enseñar a los que se ama…
Como mujer me hizo entender que el esplendor no sólo está en dar a luz, para cumplir con el destino biológico de ser madre, sino ser la luz que guíe a los hijos por el camino del bien, velando día y noche sus pasos para que no se pierdan, enseñándoles  a desplegar sus alas y VOLAR por sus anhelos.
En el suave cobijo de sus brazos entendí, que la madurez no es únicamente perdonar, sino borrar del corazón y el alma todo aquello causante de heridas y sanar las cicatrices con amor.

Y así, como en el caso de Juan Salvador Gaviota, se despertó en mí el desesperante deseo de volver a los míos enfrentando el rechazo, perdonando y a la espera paciente de que algún día en sus corazones se descubrirá todo aquello que los ojos no pueden ver, para poder disfrutar del vuelo de la vida.
Y de nuevo, en mi alma se repetía: “No temas, eres hija de la Gran Gaviota”… “Aguarda calladamente y sé ejemplo de virtud”… “¡No huyas más!”…
Con el paso de los años mi corazón ha sido moldeado como barro en las manos del alfarero y mi alma pulida como a piedra preciosa. He sido llena de ese sentimiento sublime capaz de elevar el alma a lo inconcebible, más allá del infinito… he sido llena de AMOR.

Al entender a Juan Salvador Gaviota  mi ser se identifica con su esencia, con la gaviota que  luchó para conseguir las metas, envuelto en un afán de aventura anhelando la verdadera libertad; la gaviota que prefirió VOLAR a dormir y comer…
Aunque ahora mi vuelo cada vez es más lento, más corto… mis alas se agotan, pero tengo la certeza de que los míos disfrutarán VOLAR, porque aprendieron a ver más allá de lo que muestran sus ojos, aprendieron a AMAR…

Y yo,… desplegaré mis alas para encontrar reposo al final del vuelo en “las alas de la Gran Gaviota, en…
…“las alas de DIOS”.


Frida E. Masdeu.



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